Todo
individuo como ser racional, tiene su origen y posee valores espirituales y
morales que determinan sus acciones y obras a lo largo de su vida. Desempeña un
papel importante en la sociedad. Su honestidad, responsabilidad y buen
comportamiento, lo hacen un ser humano íntegro y responsable.
La
sociedad en su evolución dividió el trabajo y produjo diversos tipos de profesionales
para atender asuntos de carácter general, social y particular, buscando siempre
solucionar los problemas de la humanidad.
La
sociedad espera y juzga al profesional por sus valores morales, considerándolo
incapaz de engañar, de mentir y de faltar a la moral.
El
administrador de empresas tiene una alta responsabilidad en difundir sus
conocimientos técnicos y científicos y en su aplicación para mejorar la
eficiencia y acelerar el progreso. Está en la obligación moral de hacer de su
carrera una misión respetable en la vida contribuyendo con la felicidad de los
demás, directa o indirectamente, mediante sus conocimientos y su conducta
ética.
Antiguamente
un administrador se esmeraba por alcanzar el máximo de utilidades y su
desempeño se juzgaba de acuerdo al cuidado de los intereses de los accionistas.
Hoy
día los administradores tienen mayores retos y existe mayor presión porque no
solo tienen que responder a los accionistas sino también la comunidad que de una u otra forma se
beneficia o se ve afectada en el logro de sus objetivos y a las entidades que
controlan su desempeño.
Sin
embargo, existe un deterioro muy grande en la ética profesional en todos los
campos, debido a la descomposición social, a la pérdida de los valores morales
y a la ambición desmedida.
Es
lamentable reconocer la corrupción que existe en toda nuestra sociedad y la
falta de ética profesional en todos los campos, que ha llevado a muchos a pagar
condenas y a ser obligados a restituir bienes a causa de malos manejos y
apropiaciones indebidas, desprestigiando su imagen ante la sociedad y su
deshonra como persona.
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